Aromaterapia energética

Desde tiempos milenarios, los aceites esenciales extraídos de diferentes partes según las plantas, fueron usados para curar algunas enfermedades, se evidenció su uso entre otros por parte de los egipcios, luego los griegos y los romanos usaban aceites y extractos de las plantas con fines cosméticos y para baños, que tomaban varias veces al día, aromatizaban con esencias su cabello, cuerpo y habitaciones para tener un sueño placentero, o como afrodisíacos.

Posteriormente, el verdadero despliegue de los aromas empezó en Francia, utilizados además en la elaboración de perfumes, en donde el término aromaterapia fue forjado por el químico e investigador francés René-Maurice Gattefossé, quien sufrió quemaduras en su laboratorio, y con la convicción de la efectividad de las tradiciones milenarias, recurrió a remedios naturales a base del aceite esencial de lavanda, obteniendo su recuperación, por lo que René-Maurice Gattefossé se dedicó entonces a estudiar las propiedades antibacterianas de los aceites esenciales y es a él a quien se debe la palabra “aromaterapia”.

Los aceites esenciales presentes en las plantas llamadas “aromáticas”, han tenido un enfoque alopático; sin embargo, no sólo tienen la capacidad de curar el cuerpo físico, sino que sus efectos alcanzan el sistema hormonal, influyendo el estado psicoemocional y espiritual, los sentidos en primer lugar del olfato y del tacto, los cuerpos sutiles y sus centros energéticos, es decir, los chakras; de allí el nombre de alma o espíritu de las plantas dado a los aceites esenciales.

El individuo al tener pensamientos tóxicos, genera químicos tóxicos, implantando bloqueos y enfermedades, perturbando así los centros energéticos del cuerpo, los cuales regulan la funcionabilidad de los órganos, siendo perentorio balancearlos y es mediante la aromaterapia que se logra recobrar la fuerza vital, el espíritu (nuestro yo divino), el que se manifiesta en la materia, el tiempo y el espacio.

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