El contacto con la Naturaleza nos proporciona bienestar físico y emocional, permite despertar los cinco sentidos, renovar energías, nos lleva a experimentar y descubrir lo desconocido, activando la imaginación y la creatividad, debido a que la mente entra en un receso, aclarando todos los pensamientos. Es un momento de reconexión con el yo interior, en donde reconocemos los anhelos del alma; es un estado de conciencia, en donde las preocupaciones se desvanecen y empezamos a admirar la diversidad de los procesos de vida. Entendemos que amar la Naturaleza, es amar la capacidad sanadora que fluye desde nuestro propio SER.

Recordemos que cuando éramos niños, surgía una gran expectativa ante el anuncio de un paseo por la Naturaleza, porque sabíamos que era toda una aventura de exploración de nuevos mundos, nos sentíamos valientes, empoderados, audaces, y asumíamos cualquier riesgo por descubrir la fauna, la flora, los ecosistemas y a pesar de las picaduras de insectos, las caídas, las sumergidas en aguas pantanosas y demás, nos levantábamos sin miedo alguno a continuar en la vibrante aventura de libertad.